Me ajusto la corbata recién estrenada. Tengo la sensación de estar en un funeral, de pie, perplejo, sin saber bien como reaccionar ni como proceder. No me fío del aire que respiro, tóxico por la corrupción de mis compañeros y por el ahogo de sus egoísmos. Noto que estoy solo y lleno de poder. Mi firma ha hecho colgar a una persona estrujándole el cuello y quebrantándole la vertebras cervicales. He disfrutado viéndole morir. Esta contraposición de ideas y sentimientos me estimula para pensar en lo perverso y diabólico que soy y seguir en ese camino convirtiéndome en un experto manipulador y estrujador de emociones. Es curioso que me saque de quicio la gente poco leal y que ante un acto maligno me llene tanto de placer. Quiero pensar que el humano es así; que es una evolución de la humanidad correcta, pero en la realidad mas profunda de mi, prefiero ser algo único y exclusivo. Ser capaz de decidir el destino de otro sin piedad es maravilloso. Las elegancias y las formas no tienen que perderse en la obtención de la felicidad incomprendida por la sociedad contaminada y sin falta de criterio. Es por ese motivo que me he vestido de traje.
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