viernes, 11 de octubre de 2013

LA FECHA...




Me situaría en lugares estratégicos de afluencia masiva de gente y de forma indiscriminada las asaltaría. Les preguntaría qué día voy a morir yo. Mucha gente dirá hoy y lo afirmará con toda rotundidad, como si fuese un político defendiendo su programa electoral; otros responderán de una forma, más precavida y contestarán ampliando plazos sobre la fecha, cuidándose en salud. Será frecuente recibir respuestas como: "o sea... usted morirá cuando llegue su vejez espiritual, si Diós lo quiere; ¿Entiende lo que le quiero decir, no?. Muy pocos dirán que no lo saben. Éstas últimas son sensatas. Han dicho la verdad.

jueves, 10 de octubre de 2013

LAS NEURONAS DEL CORAZÓN





Acabo de descubrir que mi corazón tiene memoria. No es una broma filosófica ni ninguna metáfora literaria: ¡El corazón tiene neuronas!. Él se acuerda de cuando lo obligamos a correr obligatoriamente el día que perdemos el autobús; llegamos tarde al trabajo o cualquiera otra actividad no recomendable por ser sedentarios titulados.
Desde que leí un artículo de divulgación socio-científica, en concreto una entrevista a una neuróloga exponiendo el tema, a mi "músculo" lo trato diferente, de reojo. He decidido que debo potenciar mi amistad con él, mas que nada por si me juega una mala pasada y me mata. Al fin y al cabo nadie se puede fiar de nadie. Tratándose de un ser pensante, he reflexionado y tal vez pueda mantener una conversa interesante, de intelectual a intelectual. Un día, como aquel que no quiere, le pregunto que piensa sobre la crisis económica. No me responde. Eso me provoca entrar en un estado de obsesión psicótica. Según el especialista de la entrevista a la neuróloga, el cerebro envía menos órdenes al corazón de las que recibe, vaya que no le hace mucho caso al "jefe" del cuerpo. La situación es clara, no me ha querido contestar porqué no soy lo suficientemente inteligente para él. Reflexiono profundamente sobre la situación que me ha ocurrido y pienso que es absurda. Me digo a mi mismo, que inocente eres Néstor, ¡El corazón no tiene boca! Pero acto seguido colisiono con otros hechos en los cuales recuerdo haber mantenido conversas con mi conciencia y esa ¡Ni labios tiene!. Lo que me molesta más es que hasta no hace mucho rato, yo vivía muy tranquilo y relajado sabiendo y teniendo la seguridad que yo sólo era dueño de mi cuerpo; que dominaba mis pensamientos y mis emociones. Desde que tengo “competencia” me he vuelto vengativo y he decidido torturar a mi corazón a sobresaltos y a alimentarlo de colesterol. ¡No le voy a dar el gusto de enamorarse! ¡Prefiero tenerlo tonto y ser su amo y señor absolutista!. ¡Solo faltaría más!

miércoles, 9 de octubre de 2013

VERBORREA




De todos es sabido que a los niños pequeños, aquéllos que digamos que ya son capaces de tomar objetos y molestarte tirándolos al suelo, como quien no quiere, les entusiasman los colores llamativos y chillones. Pues a mi me gustan las palabras que para los demás son desconocidas. Aquellas que han sido almacenadas detrás del cerebro y quedan en desuso. Tal vez por falta de memoria no se utilizan pero a mi atraen como el canto de sirena a un pirata de ultramar.
Tengo un amigo que un día, pensé en decirle que su novia era una “sociocida”. Ve a saber que hubiera pensado siendo orgulloso como es. Con la facha de búho imperial (bubo bubo, para los entendidos) que calza no reconocería que no sabe que significa la palabra. Pero tengo problemas en imaginármelo chillando con frases por el estilo de: ¡Mi pareja no es una suicida ni un insecticida ambulante! ¡La laca de la permanente de tu madre si que lo es! ¡Indencente!
En una mañana de domingo, en aquellas en que uno está aposentado en una terraza con vistas al mar, con su correspondiente sol de invierno, con la playa vacía y con el único ruido del mar sinusoidal, se alcarchofan en la mesa de al lado dos homínidos supuestamente de género femenino tirando a caduco.Podrían ser masculinos, no te lo sabría especificar. En cincuenta mesas a la redonda, la del lado mío, era la mejor según su criterio. Garlaban con mucha eficiencia. No había manera de experimentar la soledad japonesa de Murakami. Decidí entrar en acción con elegancia inglesa:
Queridas! ¿Con esa verborrea no se os queda la boca seca?
y me respondieron:
Muchachote! nosotras no tenemos almorranas y que yo sepa en la boca no hay!
Ignorantes pensé, no quise continuar la conversa. Podía haberles dicho que me producían zozobra, pero naturalmente y manteniendo su nivel de inteligencia, seguro que me responden, que como me atrevía a compararlas con cebras africanas si ellas eran de la Costa Brava. ¡Me faltan palabras para emocionarme!
Tengo la sensación que me tendrían que pagar para detectar la gente ignorante, aunque en ese país es de extrema necesidad que existan. ¡Viva España!

martes, 8 de octubre de 2013

"EL PADRINO"

Tengo un padrino que simula serlo. No quiero decir que no lo sea, sino que por lotería de la vida misma le cargaron con la obligación.No recuerdo haber recibido ninguna mona, ni propina, ni ningún beneficio económico. Sencillamente él hace su vida y yo la mía. No le culpo de nada y pensándolo bien no me escuece, aunque sea un jubilado de barba mal peinada y con un discurso de bromas pesadas, pasadas de moda.
El dilema que me ha ensañado mi cerebro no es mi padrino sino el hecho de que a mis 29 años me hayan propuesto serlo de un recién nacido. Un tipo que se pasa el día durmiendo, pero eso era lo de menos. Como soy una persona atea y estos familiares parecen ser algo religiosos, me angustiaba. Me estremecía que cuando lo bautizaran mi ilustre nombre se quedara reflejado en alguna hoja parroquial con caligrafía de cura de época dictatorial y vetusta.Ciertamente, esa idea me quedó revoloteando en mis neuronas desvestidas. Tuve que almacenar estos pensamientos y reflexionarlos, hasta encontrar alguna solución para aceptar esa responsabilidad, y que la religiosidad del asunto, fuera secundario.
En un sábado de lluvia decido visionar un clásico del cine, la trilogía "The Godfather" para inspirarme y tomar la decisión acertada. Quedé desconcertado. Mi familia no era guapa, ni elegante y no tenían estilo, pero esclarecí el porqué de forma rápida: no eran italianos. En ese momento me vino un escalofrío como de aquellos que uno tiene cuando debe orinar. Se me destelló en mi cara angelical el proceder para aceptar ser padrino. Era evidente, práctica y eficaz: ¡Convertir a la familia en italianos y así ser un buen "Godfather"! ¡Contrataría a los mejores cirujanos y con unos cuantos retoques por aquí y por allá, tendríamos una familia aparentemente italiana!
Me parece que ésta es la única forma y camino para ser el padrino perfecto de ese bebé caga-pañales, creído y poco trabajador.

lunes, 7 de octubre de 2013

SOMBREROS

Un día me hice una pregunta coherente mientras estaba de pie frente una tienda centenaria de sombreros. En la esquina de enfrente de mi casa. ¿Por qué existen esas tiendas si nadie utiliza ese complemento de ropa?
Mi primer pensamiento que me martilló mi mente fue que sólo los calvos los utilizan, por una cuestión de protección personal contra los agentes meteorológicos y biológicos (frío, picadas de avispa asiática...). Tuve casi al instante una decepción profunda. Una bandada de gente desnuda, sana y sin pelos en ningún sitio rompió el silencio de mi vuelta a casa después del paseo matinal. ¡Solo iban vestidos con unas botas militares! ¡Desfilaban en formación y se manifestaban talmente como si fueran caballos desbocados pisando uvas! Declarando la falta de pelo un símbolo de evolución humana y proclamando la muerte a los prehistóricos e involucionados: a los peludos. Había diversas pancartas como: ¡Nunca tenemos frío! O esta: ¡Aomos pelados, algunos calvos y todos por supuesto, inteligentes! o alguna otra, un poco más larga: ¡A la hoguera el capitalismo consumista! ¡No queremos camisas, pantalones, camisetas, calzoncillos ni sombreros!Cuando hubieron pasado por delante mío y se alejaron, la calma volvió en mi domingo. Era evidente que los calvos del pueblo no utilizaban los sombreros y por eso decidí olvidarme de ellos.
Volví a casa a comer mi arroz a la cazuela de costumbre. Dormir mi siesta de doce minutos y medio y luego ir a tomar el café de tarde en el bar de mi amigo en el casco antiguo. Nada más cruzar tres calles, aparecen cincuenta individuos en el cruce donde hay un supermercado africano y en donde venden cuernos de elefante cazados por el rey Juan Carlos II. De buenas a primeras, hubiera dicho que todos eran gemelos. ¿Recordáis los hermanos “Dupond-Dupond”, los policías de las aventuras de Tintin? ¡Calcados! Con su sombrero, bastón, vestido negro y bigote hitleriano largo. Al parecer estaban celebrando una marcha pacífica en favor de la elegancia masculina, el buen vestir y el sombrero. En el momento de cruzarse conmigo se pararon en seco los cincuenta hombres a la vez, me miraron y comentaron:
-Apolinar, tendrías que comprarte un sombrero y algún traje, te favorecería. Parecerías más esbelto y seductor.
Les contesté:
-Lo sé, lo sé. La tienda que tengo cerca de mi casa siempre está cerrada y aunque quisiera no podría comprarme ningún sombrero. ¿Y traje? ¿Para qué? Si no me caso y no lo haré nunca. Esos vestidos sólo uno se lo pone en las bodas. Que yo sepa, ustedes son los únicos del pueblo que llevan algún armatoste en la cabeza y traje.
Los gemelos bien vestidos suspiraron con gesticulación resignada:
-Ay Apolinar, Apolinar. Este es uno de los motivos de nuestra marcha pacífica. Mostrar el camino a todo aquel que no comprenda el concepto de la estética universal contemporánea.Viajar por el mundo es saludable e educativo. Debes salir de este pueblo pequeño y raquítico. Aspirar un nuevo aire. En todos los pueblos y ciudades del mundo la gente viste el sombrero, enamora con él, menos en este pueblo. Para que sepas, hasta hay encuentros de sombreros para discutir las distintas formas de calzarlos en la cabeza. Establecer las últimas tendencias del mercado y exponer nuevos materiales, tipos de corte, de confección…
AApolinar, Apolinar. La tienda que tu has comentado está cerrada, ¡Como no va a estarlo! ¡Si el sombretero murió hace años!
Los cincuenta “Dupond-Dupond” se despidieron elegantemente, como no, y siguieron su marcha pacífica a favor de la elegancia masculina, el buen vestir y del sombrero, todos a unísono. Y yo me fui a tomar mi café como cada domingo de mi vida, habiendo resuelto por primera vez una pregunta coherente.

domingo, 6 de octubre de 2013

ZAPATOS "MONKSTRAP" EN BARCELONA



He decidido comprarme unos zapatos de segunda mano, no solamente porque estén de moda sino porqué me chiflan y soy un fanático de estas piezas de vestir. Una de mis pasiones es recorrer mercados de intercambio y tiendas especializadas para encontrar los que posean más personalidad. Hace tiempo que estaba buscando un modelo que está descatalogado y lo encontré en una tienda muy “cool”. Como comprenderéis estaba preocupado por el origen de éstos. Cuando los adquirí me obligaron a firmar un documento donde se especificaba, que por ningún concepto no podía saber quien había sido su antiguo propietario. Era un tipo de acuerdo muy semejante al que en un determinado momento del pasado tuve que aceptar, para recibir órganos e inteligencia de un donante que al parecer había nacido con “stock” de éstos. Pero no era exactamente lo mismo, no sé si me explico.


Devolviéndome al tema de mi preocupación. Resulta que últimamente ha habido saqueos en los cementerios buscando objetos de valor. En estos saqueos se busca la esencia “Vintage”: gafas de policarbonato grandes, para ver bien como diría mi abuelo: ¡Para no perder ningún ángulo muerto!; camisas de patrones estampados muy originales como los de “pata de gallo”; vinilos de cantautor catalán: “Sisa” o “Pau Riba”. La generación cuarentona nacida en los setenta está buscando la felicidad del recuerdo adolescente, porqué está inmerso en una melancolía de principios. Se han lanzado como unos auténticos enfermos con elSíndrome de Diógenes a rejuvenecer su cuerpo, ya adulto, decorándolo con todo aquello que los hizo felices. No sé si pertenezco a esa comunidad de individuos. Lo cierto es que los zapatos que me he comprado me excitan y los deseé siempre.Aunque ya los tengo y puedo decir con sonrisa burlesca que son míos, me resisto a ellos: ¡No me atrevo a calzármelos! ¡A lo mejor tienen alguna enfermedad contagiosa rara y mortal! No quiero que vayan a pensar que soy hipocondríaco. Soy una persona tan normal como vosotros.

Hay días en la semana que la luz de la tarde te invita a salir a pasear por el casco antiguo de la ciudad, pero hoy no es así. La vecina que vulgarmente la he apodado “LPequeñaja”. Por bajita y delgaducha; por su nariz de flamenco y por su cabello de perro pastor pirenaico. Ha empezado a chillar y a sacar la garganta por la boca acompañada de su guitarra desafinada. Según dice ella cuando me la encuentro en el ascensor: - ¡Me gusta cantar!. No sé porqué, pero hoy le pone mucho empeño, seguramente estará en un ataque de pasión. Esta situación me ha tomado por sorpresa y he tenido que aplicar el plan personal de emergencias.El primer paso y único del protocolo es salir de forma inmediata a la calle para evitar la rotura de tímpanos. Y así ha sido. Con las prisas para poder escapar, no me he puesto calcetines y sólo he cogido mis “Monkstrap”. Sin ponérmelos, no fuera el caso que agarrara sarna. Por suerte, llevaba algo de ropa encima. En realidad no me preocupaba demasiado ir más o menos vestido, en ese caso menos. Hacía buen tiempo y me inquietaba mucho más la posible multa de los Mozos de Esquadra o de la presumidaPolicía Local de Barcelona. Ir descalzo es “trendy” dicen los entendidos.
Cuando iba caminando por la calle los acariciaba, pero no demasiado por si acaso. Caminando, caminando no me he dado cuenta que he cruzado barrios: El Raval, El Gótico y ya estaba barriendo con los pies El Born. Había quedado en un estado hipnótico. Me quedé dormido mientras caminaba y creo haber hecho un viaje de introspección hacia mi pasado fetal. Me acordé de un pensamiento que tuve cuando ya tenía ganas de salir al exterior y daba puntadas de pie al vientre de mi madre. Recuerdo haber pensado: “Si tuviera unas zapatos se daría cuenta de que quiero salir”. Yo creo que fue en ese instante que empezó mi amor por ellos. En el momento de volver en sí y reencontrarme con la realidad, estaba enfrente de un centro de podología un poco peculiar. El rótulo decía: “Don Pie” y el eslogan: “¡Tus pies son nuestro alimento! Me sorprendió y decidí meter la cabeza para hacer el chafardero. Ciertamente, no se equivocaban demasiado. En vez de haber las típicas “semicamillas” para sentarte, y los taburetes bajos acolchados para apoyar los pies, tal como si fueran los de un rey, había una multitud de peceras cuadradas bastante grandes llenas de pequeños tiburones. Al costado inmediato de éstas, unas sillas de diseño sueco. Me acerco a la chica que parecía la oficial médico Deana Troi de “StarTrek” y le pido como funciona el centro y que servicios ofrece. No era muy depurada de modales, poseía unos forma de expresarse no muy fina para decirlo de forma correcta. Masticando con la boca abierta un chicle de mandarina gastada me explica que el tratamiento de limpieza podal no lo realiza ella sino sus “mininos” (los tiburones) que son especialistas en la materia.
Me explica: Te acomodas en la silla sueca; introduces los pies, si quieres también las piernas; y ya verás que empiezan a trabajar a pleno rendimiento. Me tranquiliza diciéndome que ya notaré cuando terminan. En el momento que sienta un poco de dolor significa que ya han llegado a la carne viva. En este preciso instante es conveniente por mi bien que saque mis extremidades inferiores ya pulidas.
El tratamiento era interesante y teniendo en cuenta que había caminado descalzo por toda la ciudad… Dicho y hecho. Contraté el servicio pero no para mi. En vez de poner mis pies en la pecera, cogí mis “Monkstrap” y los puse en una de ellas. Pensé que sería una buena manera de desparasitarlas y de esta manera después ponérmelas, para no ir desnudo de pie y regresar a casa a medianoche, cuando a “LPequeñaja”, se le hubiera pasado el brote de pasión cantarina como solía suceder.